miércoles, 21 de octubre de 2009

Temas de Reflexión


Mi regalo al inicio de un Nuevo Año


El pensamiento es la fuerza propulsora en nosotros. Llenad vuestra mente con los pensamientos más elevados; oídlos cada día; pensad en ellos mes tras mes. No os preocupéis de los fracasos, son naturales; esos fracasos constituyen la belleza de la vida. ¿Qué sería de la vida sin ellos? No valdría la pena de ser vivida si no fuera por las luchas que se sostienen. ¿Dónde estaría la poesía de la vida? No os inquietéis por las luchas, por los errores. Jamás he oído decir una mentira a una vaca, pero no es más que una vaca, no es un hombre. Tampoco debéis inquietaros por vuestros errores, por vuestras pequeñas reincidencias; tomad vuestro ideal mil veces, y si mil veces fracasáis, ensayad todavía una vez más. El ideal del hombre es ver a Dios en todas las cosas. Pero, si no podéis verle en todas, vedle en una cosa, en aquella que más os agrade, y luego en otra. Y continuad así. El alma tiene por delante una vida infinita. Tomaos el tiempo necesario y llegaréis a la meta”.

Swami Vivekananda


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Nuestro más valioso patrimonio

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Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano viajó a la ciudad de El Cairo, en Egipto, con la finalidad de visitar un sabio cuya bondad y sabiduría habían trascendido las fronteras de su tierra natal. El turista se sorprendió al observar que el sabio vivía en un cuartito muy modesto lleno solo de libros. El único mobiliario consistía en una cama, una mesa y un banco.
Después de saludarle y ya en medio de la conversación el turista le preguntó extrañado:
-¿Dónde están sus muebles, maestro?.
El sabio por toda respuesta le preguntó a su vez:
-¿Y dónde están los suyos...?
- ¿Los míos?, se sorprendió el turista. ¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!
- Yo también... concluyó el sabio.

La vida en la tierra es solamente temporal.... sin embargo, muchos perdemos el viaje de la vida y distorsionamos el sentido de la existencia por acumular bienes materiales. Cuando llegamos al final del camino comprendemos que solo fue importante el bien que hicimos a los demás. Al terminar nuestra vida no importará cuántos metros tenía nuestra casa sino a cuántas personas recibimos en ella. No importará tampoco la marca de nuestra ropa en el armario sino a cuántos ayudamos a vestirse. No tendrá importancia qué tan alto era nuestro sueldo sino si vendimos nuestra conciencia para obtenerlo. Efímero será el éxito que hayamos conseguido pero no la alegría, el amor, la bondad que hayamos prodigado a nuestro alrededor

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Los ingredientes del éxito
Talento, perseverancia y un deseo inquebrantable de triunfar son los ingredientes necesarios para alcanzar el éxito. Y esta es la receta que utilizaron los grandes hombres y mujeres que no se conformaron con, lo que hace la mayoría de las personas, seguir a la manada. No fueron seres con dones especiales. No, ellos y ellas lucharon sin tregua para materializar sus sueños. Lo que diferencia a estos seres de la multitud, es que tuvieron el valor de comenzar, y una vez en marcha, no se rindieron ante nada.

A principios del siglo diecinueve un joven en Londres aspiraba a ser escritor. Pero todo parecía estar en su contra. Sólo pudo ir a la escuela cuatro años. Su padre había sido encerrado en la cárcel por no poder pagar sus deudas, y este joven con frecuencia sintió hambre. Finalmente consiguió un trabajo pegando etiquetas a las botellas en un depósito infestado de ratas. Por la noche dormía en una escuálida habitación en un ático con otros dos muchachos, hijos de los barrios bajos de Londres. Tenía tan poca confianza en su capacidad para escribir que escondió y luego envió por correo su primer manuscrito en la oscuridad de la noche de modo que nadie pudiera reírse de él.


Cuento tras cuento fueron rechazados. Finalmente llegó el gran día en que uno de ellos fue aceptado. Es verdad que no le pagaron por él, pero un editor lo había elogiado. Un editor le había brindado su reconocimiento. Estaba tan emocionado que caminó sin rumbo por la ciudad con lágrimas cayéndole por las mejillas.


El elogio, el reconocimiento que había recibido al lograr que se imprimiera uno de sus cuentos le cambiaron la vida. Si no hubiera sido por aquel aliento, podría haber pasado toda su vida trabajando en lugares infestados de ratas. Tal vez usted conozca el nombre de aquel joven. Se llamaba Charles Dickens”.

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Lección de perseverancia


¿Te has puesto a observar alguna vez la actitud de los pájaros ante las adversidades?Están días y días haciendo sus nidos, recogiendo materiales a veces traídos desde largas distancias. Y cuando ya está el nido terminado y están a punto de poner los huevos, la inclemencia del tiempo, el ser humano, o algún animal lo destruyen y tiran por el suelo lo que con tanto esfuerzo se logró.


¿Qué hace el pájaro? ¿Se paraliza, abandona la tarea?De ninguna manera. Vuelve a comenzar una y otra vez hasta que en el nido aparecen los primeros huevos.A veces, muchas veces, por diferentes circunstancias el nido vuelve a destruirse, pero esta vez con su precioso contenido. Debe recomenzar desde cero… Pero aun así, el pájaro jamás enmudece ni retrocede. Sigue cantando y construyendo, construyendo y cantando.


¿Alguna vez has querido decir ¡basta! No vale la pena el esfuerzo, esto es demasiado para mi?¿Estás cansado de la lucha diaria, de la confianza traicionada, de las metas no alcanzadas cuando estaban a punto de ser logradas?Así te golpee la vida, no te entregues nunca. Di una oración, pon tu esperanza en el futuro y arremete. Junta los pedazos de tu esperanza, ármalos de nuevo y vuelve a empezar. La vida es un desafío constante, pero vale la pena aceptarlo.Y sobre todo, nunca nunca, dejes de cantar... y de soñar.


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¿Cuánto le debo?


El valor del conocimiento y el esfuerzo


Algunas veces es un error juzgar el valor de una actividad simplemente por el tiempo que toma realizarla.


Un buen ejemplo de esto es el caso de un ingeniero que fue llamado a revisar y reparar una computadora muy grande y extremadamente compleja; una computadora que valía doce millones de dólares.


Sentado frente a la pantalla, el ingeniero oprimió unas cuantas teclas, asintió con la cabeza, murmuró algo para sí mismo y apagó el aparato. Procedió luego a sacar un pequeño destornillador de su bolsillo y dio vuelta y media a un minúsculo tornillo.Entonces, encendió de nuevo la computadora y comprobó que estaba trabajando perfectamente.


El presidente de la compañía se mostró encantado y se ofreció a pagar la cuenta en el acto.


-“¿Cuánto le debo? – preguntó.


-Son mil dólares, si me hace el favor.


-¿Mil dólares? ¿Mil dólares por unos minutos de trabajo? ¿Mil dólares por apretar un simple tornillo?-Ya sé que mi computadora cuenta doce millones de dólares, ¡pero mil dólares es una cantidad disparatada! Le pagaré solo si me manda una factura perfectamente detallada que la justifique”.


El ingeniero asintió con la cabeza y se fue.A la mañana siguiente el presidente recibió la factura, la leyó con cuidado, sacudió la cabeza y procedió a pagarla en el acto, sin chistar


La factura decía:


Detalle de servicios:1) Apretar un tornillo………. ….. .. 1 dólar


2) Saber que tornillo apretar……. 999 dólares


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Anécdotas de dos eminentes escritores


Le escribiré sin falta…


Andrés Bello (1781 - 1865) el gran humanista venezolano fue, entre otras cosas, jurisconsulto, académico, rector universitario, filólogo, gramático y poeta. Sin duda, un hombre de gran cultura y especial predilección por la excelencia en el idioma; por eso, recibía con especial tristeza las cartas que un amigo suyo le escribía con regularidad, pues éstas se hallaban plagadas de escandalosos errores gramaticales y ortográficos.




Un día, recibió la visita de este amigo en su casa, quien acudió, entre otras cosas, a explicarle ciertos motivos por los que no pudo mantener con él correspondencia durante más de un mes.




Al concluir la visita, el amigo de Bello se despidió y volvió a excusarse con pesar por la interrupción de su correspondencia habitual, diciéndole:- Esta semana le escribiré sin falta-. A lo que Bello, conmovido, respondió rápidamente:- ¡Oh, no se tome esa molestia! Escríbame como siempre.

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Yo también soy ciego

Una tarde, en una esquina de la ciudad de Buenos Aires, una barrita de jóvenes peronistas conversaba vivamente acerca de las últimas novedades políticas. De pronto vieron a un hombre mayor ciego que se acercaba con la intención de cruzar la calle. Uno de los jóvenes -el más despierto- reconoció al escritor Jorge Luis Borges y comentó con sus amigos la clara posición antiperonista del escritor. En tono de chanza les dijo: “Lo ayudaré a cruzar la calle y una vez que la haya cruzado, le diré que soy peronista a ver qué cara pone”.


Dicho y hecho.Se acercó a Borges y le ofreció su ayuda. Éste le agradeció su gesto con la afabilidad que lo caracterizaba. Cuando llegaron a la otra acera, el joven le dijo con orgullo:“¡Acaba de ayudarlo a cruzar un peronista!


El escritor, un tanto sorprendido le dijo al joven con voz consoladora:“Muchas gracias, y eso no importa, ¡yo también soy ciego!"



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Publicado por La autora: Leonor Fernández Riva en 18:27


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